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Las hierbas de San Juan

Flores de San Juan - Renacer en el agua

“El agua nos lleva, nos acuna, nos adormece. El agua nos devuelve a nuestra madre.”
El agua y los sueños, de Gaston Bachelard

 

La ablución, o acción de lavarse como medio purificador de cuerpo y alma, se encuentra presente en rituales de diferentes religiones y culturas. Si bien, a día de hoy, este acto todavía existe en muchas de ellas, en el islam por ejemplo, lo cierto es que para la mayoría de nosotros esta ceremonia se conserva solamente a través de vestigios aislados. Uno de ellos, de origen pagano, se ha consolidado de una forma particular en Galicia: lavarse la cara con el agua de San Juan al albor del 24 de junio, un gesto de purificación o de protección que se ha convertido en una arraigada tradición popular. Comienza al atardecer del día 23, en cuanto cae el sol, con el acopio de las hierbas necesarias para elaborar el baño.

LA RECOLECCIÓN

Aunque la cantidad y contenido varían dependiendo de la tradición de cada casa, la opción mayormente aceptada es la de recoger siete hierbas que dejaremos macerar en el agua de siete fuentes distintas. Quizás sea útil en este punto aclarar que, aunque utilicemos el término “hierbas” de un modo genérico, podemos estar refiriéndonos a las flores u hojas de un arbusto, árbol o planta, e incluso a un ramo de todas ellas. 
Mientras paseamos, pues el caminar también forma parte del ritual, vamos recolectando las hierbas en la huerta, en los baldíos, en el monte… localizaciones a las que solemos regresar año tras año. En nuestro caso, repetir los mismos espacios de donde tomamos las plantas es una forma más de asentar el ritual en nuestra tradición doméstica. Pero debemos dejar también un margen para la improvisación, bien porque la floración de alguna especie se haya adelantado, porque las hierbas no crezcan ya en ese rincón, o porque en nuestro paseo encontremos alguna otra flor inesperada que pueda darle un toque especial a la combinación (como si de ingredientes para una receta se tratara). De un modo u otro, las hierbas empleadas suelen tener en común propiedades medicinales, aceites esenciales de interés, un aroma particular o cualidades mágicas atribuidas por la tradición popular: las flores del sauco o de la rosa canina; el hipérico, el hinojo o la malva; hojas de laurel, romero, árnica, codeso, hierba luisa, dedalera, torvisco, nogal… son algunas de las más comunes. 
Un aspecto más a tener en cuenta, al menos en nuestra particular celebración, es que solamente escogeremos aquellas hierbas en las que ya no se posen los rayos del sol. Acabamos de sobrepasar unos días antes el solsticio de verano, la noche más corta del año. Recordemos que de su festividad pagana (la del solsticio) proviene este rito del agua y que, en buena medida, es comprensible que la luz solar influya en el proceso. 
Mientras paseamos, vamos depositando las hierbas seleccionadas en una cesta de mimbre. Una vez completado el recorrido, recogeremos agua fresca de uno o varios manantiales cercanos.

Recolectando flores de San Juan

LA PREPARACIÓN DEL AGUA

De vuelta a casa vertemos el agua en un recipiente de boca ancha, que aquí conocemos con el nombre de cacho. Le añadimos las hierbas que impregnarán el agua con sus propiedades. 
Dejamos reposar la mezcla en el exterior, en un lugar abierto donde pueda ser “bañado” por el rocío de la noche.

Al día siguiente, al despuntar el alba, comenzamos la segunda parte de la ceremonia. Toda la familia se lava la cara con el agua floral, dejando que se seque sin utilizar paños ni toallas. El lavado ha de realizarse con plena consciencia, dedicándole, lo mismo que al paseo de la recolección, el tiempo que sea necesario. Al parecer, en determinadas zonas, el lavado se realiza mirando hacia el oriente (para recibir así los primeros rayos de sol de la mañana), e incluye manos y pies, variaciones que subrayan todavía más la vinculación de este ritual con determinadas ceremonias religiosas.
El momento tiene una dimensión “sinestésica”: envueltos por el aroma de las flores y las hojas, sintiendo la frescura del agua en nuestra piel y escuchando su sonido al caer, nos desprendemos de nuestras preocupaciones y nos preparamos para un nuevo ciclo. 
Al finalizar, podemos reutilizar el ramo de las hierbas de diferentes maneras. Una de las más habituales es la de conservarlo para arrojar a la hoguera al año siguiente.

Purificarse y renacer con el agua de San Juan

EL RITUAL

El rito del agua de San Juan está marcado por su recogimiento, concierne al ámbito de lo doméstico, al interior del hogar. Toda la ceremonia supone una invitación a profundizar en nuestra condición “terrenal”: desde las plantas que brotan de la tierra, el agua que emana a la superficie a través de las fuentes, y hasta en las huellas que llevamos impresas al heredar esta tradición de nuestras madres y abuelas.
Además, como muchos otros rituales conservados en la tradición popular, no podemos obviar que el agua de San Juan se ocupa del cuidado físico de quienes practican el ritual y, también, se cree, de la parte más espiritual. El rocío (orballo) de la noche bendice el agua floral otorgándole un manto protector del que nos veremos beneficiados al lavarnos. 
A través del agua enriquecida por las hierbas nos equilibramos, nos reencontramos con nuestro origen, experimentamos una suerte de necesario renacimiento.

Texto de Eva Barcala para Taller Silvestre

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