Regalar es un ceremonia simple que esconde infinitud de matices y mensajes maravillosos.
¿Alguna vez lo habías pensado?
Me gusta observarlo como una conversación silenciosa entre dos manos que comparten un sueño, con otras dos que reciben una ilusión. ¿Acaso existe algo más mágico, más eterno y más cautivador?
Es un acto de fe ciega, un halago, una exaltación del amor, un instante compartido, como un secreto.
Un regalo es un recuerdo.
Eterno.
O tal vez no.
De nosotros depende que esta ofrenda deje huella en la persona que lo recibe, por minúsculo que sea. Su valor no se estima en números sino en sensaciones, y cuantas más, mejor.
Podemos regalar sonrisas.
También abrazos.
Quizás nuestro tiempo.
Un objeto que signifique algo.
Una experiencia.
Un conocimiento…
Cualquier idea es proclive a convertirse en un regalo siempre en cuando resida sobre ella un ingrediente imprescindible: el amor…
Regalar es dar amor.
Y en días como hoy, en los que somos conscientes de lo importante que es rodearnos de personas que nos aportan algo especial, no está de más derrochar algo de ese amor.
De esa terrible energía.
No necesitamos un motivo concreto, la idea es repartir felicidad.
¿Por qué no?
Regalar es compartir alegría.
Un regalo es una pequeña excusa en la que entregamos una parte de nosotros a alguien más.
Desde el corazón.
Para la eternidad.
Alejandra Remón para Taller Silvestre
